Libertad en peligro: pasado y presente a debate
- Dakila News
- 24 mar
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La película 'Aún Estoy Aquí (Todavía estoy aquí), inspirada en la lucha de una madre durante la dictadura militar, puede verse como un retrato del Brasil de ayer, pero también como un reflejo de lo que vivimos hoy. Aunque el país ha cambiado desde los días de la represión militar, la película toca temas que siguen siendo muy actuales: la opresión, la falta de libertad de expresión, el control de la información y el coste de la verdad. Cuando pensamos en el pasado, es imposible no preguntarse: ¿estamos reviviendo de algún modo estos mismos dilemas, pero bajo una nueva apariencia, más tecnológica y menos visible?

En el Brasil contemporáneo, la libertad de expresión, que es uno de los pilares de la democracia, se ha visto cuestionada por diversos factores. La regulación de los medios digitales y el creciente número de restricciones a la comunicación y al derecho de protesta plantean interrogantes sobre hasta dónde llega la libertad de cada ciudadano.

Las intervenciones del Supremo Tribunal Federal (STF) en casos relacionados con manifestaciones políticas y el impacto de las «fake news» muestran cómo el escenario actual se aproxima, en ciertos aspectos, a los tiempos de represión de los que se habla en la película. La pregunta que queda es: ¿quién decide lo que es verdad? ¿Y quién vigila a los que «vigilan» la verdad?

La reciente condena de los manifestantes que participaron en las protestas del 8 de enero de 2023 como parte de un movimiento para desafiar al gobierno refleja un escenario en el que las acciones de un grupo se generalizan y a menudo se consideran responsables colectivamente, lo que puede parecer injusto. Al fin y al cabo, ¿qué justifica la diferencia de penas entre las relacionadas con delitos más graves, como el asesinato, y las relacionadas con protestas políticas, como las de enero? La interpretación de «amenaza para la democracia» y «orden público» sigue siendo objeto de debate, sobre todo cuando muchos se preguntan si la protesta original era en realidad pacífica, o si fue manipulada por infiltrados. Pero, ¿quién define qué manifestaciones son legítimas y cuáles peligrosas?

En el contexto actual, las limitaciones a la libertad de expresión son especialmente visibles en las plataformas digitales, donde importantes debates sobre el futuro del país son constantemente censurados, ya sea por la intervención del gobierno, la moderación de las redes sociales o la política de «fake news». Esta realidad se entrelaza con los temas abordados en la película, que refleja una época en la que la verdad y la libertad estaban sometidas a una vigilancia constante, con el pretexto de preservar el orden público. Pero, ¿qué es, en realidad, el «orden público»? ¿Es posible garantizar el orden sin violar los derechos fundamentales? ¿No deberíamos, como sociedad, buscar un equilibrio más justo entre la libertad de expresión y la necesidad de proteger la verdad?

¿Y si la transparencia gubernamental fuera solo un concepto lejano y utópico, como sugiere la película al tratar los actos de represión de los años setenta, pero que de algún modo sigue vigente en el escenario actual? El debate sobre el «Ministerio de la Verdad» o la regulación de la información es un intento legítimo de evitar distorsiones de la realidad, pero ¿quién se convierte en el responsable de definir qué verdad debe aceptarse? En un escenario en el que muchos se preguntan si la información que reciben es fiable, ¿no es éste un momento crucial para reflexionar sobre las consecuencias de controlar, filtrar o limitar el acceso a la información?

En un Brasil en el que siguen produciéndose protestas y manifestaciones, es fundamental preguntarse: ¿estamos en un momento de evolución o de repetición? ¿Hasta qué punto la represión de la libertad de expresión, ya sea en las calles o en las plataformas digitales, no está creando un ciclo de control que se asemeja al vivido en el pasado? Cuando se recorta la libertad en nombre de la seguridad, el orden o la verdad, ¿qué estamos perdiendo realmente? Estas son las preguntas sobre las que la película Sigo aquí y la realidad actual nos desafían a reflexionar, sin respuestas fáciles, pero con la certeza de que, como sociedad, debemos garantizar que el debate siga siendo libre, justo y, sobre todo, transparente. Artículo original de Bruna Brutscher
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